
Los poetas se van y como por obra de un hechizo,
de ellos no quedan ni sus ropas.
Los poetas siempre se van completamente.
están siempre de paso, unidos al mundo por el cordón de la palabra,
del sonido, de la imagen.
Están cerca,
pero siempre hay en ellos,
algo que los hace transparentes,
ausentes,
algo que los convierte en pájaros cotidianos.
Pasan la primera parte de su vida
tratando de encajar en un mundo que nunca es del todo acogedor
y la segunda,
construyendo un mundo aparte, que es acogedor sólo para algunos.
Hasta que se van.
Casi nada queda de ellos,
algunos recuerdos alrededor de la lápida,
un discurso corto y nostálgico,
el intento por atrapar la última despedida
de un ser que siempre fue de humo.
Sólo la palabra los salva y los perdona.
La palabra los trae y la palabra se los lleva.
la palabra, de espaldas al tiempo,
los hace por un costado humanos y por
el otro costado ETERNOS.
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